Careteando felicidad
Es preciso escribir, aflojar el nudo en la garganta que raspa tanto como la miguita de pan que se entromete al comer, con desesperación, ese sándwich que tanto anhelaste. No concibo otra manera de expresarme, no la encuentro tampoco. Pienso mucho, a todas horas y por la noche, entre sueños, aún peor. Retomando una frase de uno de los libros de Juan Solá "la cabeza es una máquina de hacer monstruos" y así lo creo, mi propia mente ha creado diversos enemigos que me pudren el alma. O ya la tengo podrida en sí. Siete días tiene la semana, de los cuales cinco son un pseudo-infierno de caretear mi desánimo. Los otros dos que quedan se dividen: en uno que momentos símil felices y el otro, neutro. Estoy cansada y la cama invita, no sé a qué pero me pide que me tome un tiempo para re-flexionarme y re-armarme. Pero no puedo, la vida golpea con su puño la ventana de mi pieza y me mira, caprichosa, esperando que salga a jugar. No tengo fuerzas para jugar, perdóname, hoy no puedo y no...