Ellas
La veo de espaldas, pequeña e inmensa a la vez. Su cabello castaño oscuro refleja los últimos rayos de sol, mientras se balancea adelante atrás adelante otra vez. Quisiera tocarle el hombro pero temo asustarla, no sabría bien quien soy. Alguien se me adelanta, toma de la mano a la niña y antes de retirarse, procede a mirar directamente hacia mi. En su mirada, entiendo todo. La mueca de sus labios, tan familiar, es un pedido a que guarde silencio. Y yo obedezco, con un poco de pesar. Ahora las veo alejarse, con las manos fundidas, casi abrazadas una al cuerpo de la otra. Sé que va a llevarla a la luna por mí y será la guardiana de sus sueños, que son los míos. Los de esa adulta también, solo que ya cumplidos. Despierto de la siesta, con un atisbo de sonrisa. Las tres seguimos compartiendo el hábito de llevar flequillo.