Cubre-cama azul

Son casi las cinco de la tarde de un jueves de diciembre, casi la mitad del mes y estoy atada a la cama (en un sentido metafórico). Encuentro la fuerza para levantarme pero el imán del cansancio, más que nada mental, vuelve a atraerme hacia la calidez y suavidad del colchón del cual ya ni recuerdo la marca. Nota mental: darle un descanso a mis ideas en algún momento del día y de la vida, en sí.
Se supone que vas a venir, que nos vamos a ver y tengo la misma proporción de ganas de verte, como de cerrarte la puerta en la cara. La puerta es una metáfora de mi corazón, que está palpitando en dolor y recuerdos despegados de las paredes... que son viejos, amarillentos, ni siquiera te pertenecen a vos (nos pertenecen)
Sueño con el día en el que sane completamente. Y sí, con la negatividad que cargo a cuestas es muy poco probable que pase. La niña de unos tres o cinco años, aún abre los ojos esperanzada por su "final feliz" y me susurra que nos lo merecemos.

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